La adolescencia es la etapa de la vida en la que las emociones gobiernan, explotan, alivian y ahogan. Es común, desde la preadolescencia, que nuestros hijos se sientan solos, incomprendidos, invisibles e impotentes.
Todo les resulta difícil y les cuesta mucho esfuerzo: comunicarse con sus padres, soportar la presión del grupo y aceptar los cambios físicos. Asoma el miedo a lo desconocido y a exponerse ante los demás; pero también el deseo de ser importante, el anhelo de socializar, de libertad y de nuevas experiencias.
En este estado de emociones contrapuestas, aparece el teléfono celular como una red de seguridad con la que siempre pueden contar, y se convierte en una extensión de su cuerpo y su mente. Es una muleta a la que también los adultos nos agarramos en todo tipo de situaciones: cuando estamos aburridos, para evadir situaciones incómodas, en tiempo de ocio y en los momentos en los que sentimos soledad.
Las redes sociales constituyen un factor prioritario de comunicación y socialización en el mundo de la adolescencia; y un fugaz like adquiere significados muy apreciados por nuestros hijos: ser importante, sentido de pertenencia, validación de los demás, estar acompañados y ser cool y diferentes; y a todas estas emociones se suma el elemento del intercambio instantáneo y la disponibilidad las 24 horas.
Así, cada like genera en el cerebro un pico de satisfacción y placer que el adolescente va a querer repetir, casi como una droga, pudiendo convertirse en una adicción conductual.
Esto sería aceptable si esta obsesión y compulsión no generara consecuencias negativas en nuestros hijos, tales como: alejamiento de la vida real, aislamiento físico, bajo desempeño escolar, baja autoestima, ansiedad, depresión y otros problemas conductuales y mentales.
Padres: pareciera que nuestros hijos van cediendo las funciones del entorno familiar y su círculo social, a los usos que los likes cumplen en sus vidas. Tal vez los triviales likes son herramientas utilizadas para gestionar el malestar de los chicos y suplir las posibles carencias. Quizás hayamos normalizado el uso excesivo de las redes sociales para satisfacer nuestras necesidades emocionales. A lo mejor es hora de entender estas adicciones sin sustancia, no como una obsesión o una causa asociada al uso excesivo, sino como el síntoma de una enfermedad mental, emocional y espiritual, como es la adicción.