La adolescencia de hoy enfrenta muchos peligros, y entre los más relevantes están el abuso de alcohol, de sustancias psicoactivas y las conductas adictivas a temprana edad. Las estadísticas revelan que la adolescencia es la población que más consume cigarrillos electrónicos, alcohol y nuevas drogas.
Conjuntamente, esta generación digital tiene a su disposición el ciberespacio y las redes sociales, los videojuegos y la pornografía online; generadores de conductas adictivas en el periodo crucial para el desarrollo emocional y psicosocial de las personas.
Las investigaciones médicas evidencian que el consumo de drogas (y el alcohol es una droga), y la práctica de conductas adictivas a temprana edad, aumentan las posibilidades de que el adolescente desarrolle la enfermedad de la adicción.
Adicionalmente, debido a que el cerebro todavía está en formación, es más probable que el consumo a esta edad perturbe la función cerebral en zonas que son críticas para la motivación, la memoria, el aprendizaje, el juicio y el control del comportamiento. A nivel psiquiátrico existe el riesgo de un brote psicótico producido por el consumo, habiendo posibilidades que se convierta en una enfermedad mental.
Ante este preocupante panorama e in crescendo, existe la necesidad inaplazable de accionar desde el amor familiar que cuida y protege. No hay tiempo para esperar los programas de prevención gubernamentales o transferir esta responsabilidad afectiva a las instituciones educativas.
La magnitud de esta situación exige el esfuerzo y la disposición a abandonar las frases antiguas, poco útiles y sin efecto: “el alcohol hace daño” y “en mi casa no quiero drogadictos”. La prevención de la adicción se da desde un cambio de creencias, valores, conductas y normas sociales dentro de la familia; y desde la comunicación directa, abierta y amorosa con nuestros hijos. Antes de prohibir, sermonear o juzgar, es más efectivo conversar sobre los efectos y consecuencias que pueden tener el consumo de alcohol, drogas, nicotina y actividades adictivas; y el mejor discurso: predicar con el ejemplo.
Aun así, es importante saber que esto no evitará que los jóvenes consuman o quieran probar experiencias nuevas. Enfrentar la adicción en forma realista y pragmática requiere no permitir que lo perfecto sea enemigo de lo bueno. En nuestras circunstancias necesitamos todo lo bueno que podamos obtener. Y lo bueno para nuestros adolescentes es la salud y la vida con propósito muy apartada del consumo; y esto comienza con la prevención en la familia.